martes, 1 de septiembre de 2009

Quiero estar entre tus cosas

Dedicado a María Gabriela Epumer
En el tabaco, en el café, en el vino,
al borde de la noche se levantan
como esas voces que a lo lejos cantan
sin que se sepa qué, por el camino.
Julio Cortázar

Aún se ven los surcos de tus pasos sobre la alfombra, camino a la ventana por donde te gustaba verme llegar. El cenicero junto al sillón, sigue repleto de colillas pintadas de labial rojo y consumidas hasta el último aliento. Puedo imaginarte con la mirada fija en el vacío, dejando escapar el humo de tu boca y recreando alguna fantasía. Lo sé, siempre supe todo de ti porque en tantos años jamás dejé de observarte. Ahora que estoy aquí, como un intruso en tu apartamento, me desespero ante tu ausencia. Te busco entre tu ropa, entre tus libros, en los perfumes. Me desvelo contemplando tus fotos que cuelgan de las paredes; y te escucho en las canciones que solíamos cantar.
¿Cómo pudiste abandonarlo todo con tal ingratitud? ¿Pensabas que nadie iba a notarlo? Así tan de repente, como si un viento inexplicable te hubiera despegado los zapatos de la tierra, arrastrándote por los aires hasta dejarte colgada entre las nubes. Lejos, muy lejos de mis manos que ahora tocan tus vestigios en cada objeto, en cada aroma, en cada silencio. Todo me recuerda a ti; a tus ojos desmesurados; a tu cabello esmaltado con el brillo de la noche y a tus labios, fuente de las palabras más dulces.
Ahora tengo entre mis manos aquel cuaderno en el que escribías tus secretos. Voy pasando sus páginas, una a una, pero no las leo. Sólo acaricio tu letra con mis ojos porque al fin de cuentas, quién soy yo para conocer tus misterios. Si me basta con haber compartido aquel laberinto de tus días, aquella vida que, aún envuelta en la rutina, me sorprendía a cada instante.
Y acaso no fue sorpresa que te fueras sin siquiera despedirte. Dejándolo todo tal cual como lo viviste antes de marcharte. La taza de café sobre la mesa, la televisión prendida, el libro que leías cada noche, antes de dormir, con el separador en la página donde finalmente perdiste la batalla contra el sueño.
Sobre tu almohada, todavía persiste el aroma de tu pelo. Sobre las sábanas, aún se dibujan nuestros cuerpos como en la otra noche. Aquella última noche en la que me apretabas contra tu pecho, delirante, ansiosa de alcanzar el clímax. Con la misma intensidad del ataque de una fiera, a punto de despegar.
Sólo ahora entiendo que no volveré a tenerte entre mis brazos. Que tu voz, simplemente, se ha quedado dando vueltas en mi memoria. Que tu cuerpo yace dentro de una caja y que reposará para siempre con el resplandor de un recién nacido que solamente duerme. Mientras todos los que te conocieron lloran sin que sus lágrimas puedan despertarte, yo prefiero estar entre tus cosas, tratando de colarme en tu eterno sueño.

13 comentarios:

Unknown dijo...

Genial idea.

Christian Armijo dijo...

ta bacan loco, a mi me parece q te toco nicolas verdad, en todo caso parece su estilo. debo ecrite por otro lado que la historia es genial me gusta muy buena

Unknown dijo...

Delicioso cuento. Lo tomaré con café. Me gustó lo de Cortázar y, sólo por eso, asumo que soy yo.

david dijo...

Los cigarrillos, el café, el labial, la muerte y desde luego ese lirismo refinado: Nico pues. Chido

Australis dijo...

Inpirador. Excelentemente hilvanado. Gracias por escribir(lo).
Australis

Carol Arosemena dijo...

concuerdo con David, la afición por la muerte y los cigarrillos, las descripciones muy acertadas casi sensibles que se trasmiten a través del texto me recuerda mucho los textos de Nico. Muy bueno el texto :)

Psicolocopatico dijo...

Estoy de acuerdo con Nicolás: sólo lo de Cortazar es de él. Lo demás es mío.

Estrafalaria dijo...

¿Cortázar, El río? El primer párrafo es excelente, ¡me encanta!.

Escribidor dijo...

Además del anuncio directo del epígrafe, sí creo que tu cuento tiene algo de Nicolás. Menciono tres elementos: el discurso de un narrador masculino sobre determinada mujer, la utilización de imágenes variadas y la atención a los objetos circundantes.
Muy buen texto. Excelente final.

La Chica del arete rosa dijo...

hermoso cuento Bolu. Aunque te hayas fijado en lo que Nicolas se fija, como apunta maruri, y hayas poetizado un poco mas el lenguaje, al final sigue siendo tuyo.

solanda dijo...

Es Cortázar.
No, es Nicolás mezclado con Javier.
Ja!
Te he visto lírico, nunca te había visto lírico. Te felicito. Muy diferente.

Molo dijo...

Nicolás Cortazar con piel de serpiente.

La Chica del arete rosa dijo...

1. Ahora que estoy aquí, como un intruso en tu apartamento. Me desespero ante tu ausencia.
Debería ser una sola oración.
2. ¿Cómo pudiste abandonarlo todo con tal ingratitud?, ¿Pensabas que nadie iba a notarlo?
No se usan comas entre dos preguntas: los signos de interrogación ya cuentan como puntuación.
3. Porque al fin de cuentas quién soy yo para conocer los tus misterios.
Arréglalo.
4. Con la misma intensidad del ataque de una fiera que finalmente aullaba como una loba a punto de despegar.
Una loba ya es una fiera…así que cuidado en esa oración, estás repitiendo dos veces sin necesidad.

Fuera de eso, me encanta el cuento, porque siempre piensas que lo dejó botado porque le dio la gana, no porque le tocó. Me encanta la parte de la taza de café y el libro: es la mejor imagen dentro del cuento. Este funciona como un reloj: te introduce y te va dando pequeños detalles hasta la revelación final… likey,likey

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